Estimaciones de hospitales españoles hablan de cuatro veces más de residuos en el marco de la crisis sociosanitaria. A esto se suma el aumento del uso elementos de protección a nivel masivo, así como de envolturas para alimentos y otros enseres. Ante inconmensurables volúmenes de este tipo de productos, cómo debemos gestionarlos y qué medidas a nivel país deberían tomarse para responder al impacto ambiental, es lo que ayudan a responder los académicos Jorge Ramírez y Humberto Palza.

Diversas organizaciones ecologistas ya habían alertado que podría comenzar a suceder si no éramos cuidadosos: que los elementos de protección personal (EPP) para el COVID-19 fueran una nueva amenaza para los animales, particularmente para la fauna marina. Y sucedió. A mediados de año, conmoción causó el anunció de una ONG brasileña respecto al hallazgo de un pingüino muerto, al que luego de someterlo a una autopsia descubrieron que su causa de fallecimiento fue haber ingerido una mascarilla N95, mismas que ya no vemos solo en los hospitales sino que también en las calles, y no precisamente protegiendo la nariz y boca de las personas, sino que botadas en el suelo, enredadas entre las plantas.

Como reportan desde el gobierno local de Asturias, España, en su territorio el procedimiento de incineración de residuos hospitalarios ha aumentado en un 307 por ciento, y se ha cuadriplicado el volumen de basura sanitaria. Como detalla el académico de la Escuela de Salud Pública de la U. de Chile, Jorge Ramírez, “los hospitales grandes cuentan con servicios de incineración para elementos que son considerados peligros biológicos y caen dentro de estas categorías los elementos de protección personal”, gestión de residuos que es controlada y manejada en base a protocolos.

Pero no todos los EPP que utilice el personal de salud deben ir necesariamente de inmediato a la basura. Como explica el profesor Ramírez, hay un tipo de mascarillas que se puede reutilizar con limpiezasmuy simples, hasta algunas que se pueden esterilizar por calor, dando no solo una ayuda a la acumulación de residuos, sino que también al problema de stock que apremió en un primer momento al personal médico, y a la comodidad misma de la labor clínica que realiza el personal de salud.

Justamente en lo que refiere a reutilización, fue la misma ESP de la U. de Chile que publicó al inicio de la pandemia la guía “Reutilización de Equipos de Protección Personal por los Funcionarios / Trabajadores Sanitarios”, en la que se detalla que, según establece en la circular C 37 Nº 2 del 3 de abril de 2020, de la Subsecretaria de Redes Asistenciales del MINSAL, elementos como las antiparras y el escudo facial sí pueden someterse a este tipo de procedimientos; así como determinados modelos de mascarillas N95.

Así, con el alto nivel de uso y la manipulación de este tipo de productos, advierte el profesor de la ESP, “hay un riesgo biológico, pero también hay un riesgo de acumulación y para el medioambiente de estos elementos que antes eran menos frecuentes”.

Todo plástico, ¿cómo desecharlo en este caso?

Como explica el académico del Departamento de Ciencia de los Materiales de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM), Humberto Palza, “los elementos de protección personal, en general, son polietilenos o polipropilenos (pp)”, que es el plástico mayoritario dentro del mercado; mismo que vemos en los envases de comida y potes de yogurth, y que asciende a más del 60 por ciento del total circulante.

Respecto a los productos médicos más especializados, el profesor de Ramírez señala que, habitualmente, vienen en envases destinados para su desecho seguro, los cuales junto a los EPP van a un proceso de incineración controlada en los recintos hospitalarios.

En casa, en tanto, el académico señala que es necesario desechar correctamente este tipo de insumos, especialmente si se trata de personas que están infectadas. “Lo que se recomienda, junto con que mantengan el aislamiento y su propios utensilios, es que también el desecho de todos esos elementos sea en bolsas plásticas cerradas, aparte de las cosas de la casa”, para evitar la propagación del virus, especialmente para los recolectores de basura.

Otro consejo para desechar estos insumos, particularmente entregado por organizaciones y comunidades animalistas, es cortar los elásticos de las mascarillas. Esto porque como reportan algunos medios de comunicación, aves costeras como las gaviotas han quedado enredadas en éstas. También en relación con la afectación al medio ambiente es que recomiendan desechar estos insumos en tachos tapados y no en basureros abiertos en las calles, pues pueden desplazarse y llegar a ríos y playas. En definitiva, es fundamental desechar de manera responsable estos insumos, a través de sistemas formales de recolección de desechos.

Que estas mascarillas y elementos de protección personal se vengan a reciclar en un país donde no se recicla, la verdad es que es bien poco viable”, advierte el profesor Palza; quien destaca que más bien “ha llegado el momento de hacer una buena reflexión respecto a por qué está tardando tanto el reciclaje en Chile”. Para él la respuesta es “cultura y gestión”.

Como advierte el profesor Ramírez, “el tema de la acumulación de plástico va más allá del sistema de salud”. En general, agrega, “las tecnologías que permiten utilizar insumos biodegradables son más caras para los mismos estándares de protección”; pero la buena noticia es que “probablemente una de las cosas positivas que vamos a ver a largo plazo es el desarrollo de nuevas tecnologías o las que hay se hagan más baratas, basadas en otros elementos que no sean tan dañinos para el medio ambiente”.

Los otros plásticos de la pandemia

Pero el aumento del plástico no estaría dado solo por los EPP. Como señala un reporte del Foro Económico Mundial, “la caída de los precios del petróleo a nivel mundial ha provocado una disminución drástica en el valor de los plásticos y las empresas están tomando decisiones difíciles sobre si el reciclaje sigue siendo una opción económicamente viable”.

A esto se suma que como parte de la pandemia ha aumentado el consumo de productos y alimentos por entrega, como es el caso de Chile donde por causa de la pandemia los repartidores de delivery aumentaron en un 60 por ciento.

Pero no solo eso. Reportes de países de Europa hablan de un incremento del consumo de productos empaquetados en plásticos de un solo uno, como es el caso de Italia, donde el gasto de los consumidores en mandarinas envasadas aumentó más del 111 por ciento.

En Chile fue promulgada la Ley n° 20.920, de Responsabilidad Extendida del Productor y Fomento al Reciclaje (REP), la cual busca que quien genera los residuos se haga cargo de los mismos, considerando por ejemplo, los costos de su manejo, el que aplica a aceites lubricantes, aparatos eléctricos, baterías, neumáticos, pilas y envases y embalajes. Pero, como señala el profesor Palza, esta ley “está muy enfocada a packaging, envases y embalaje, pero esto debería estar enfocado a todo tipo de uso”.

Respecto a utilizar otro tipo de productos en vez de los de plástico, el profesor Humberto Palza señala por ejemplo, que “la idea no es reemplazar algo de plástico por algo de cartón porque al final todo contamina. El mensaje es: más que reemplazar algo por otra cosa, es consumir menos”.

También sobre la contaminación y el uso de los plásticos, esta vez específicamente sobre los EPP, el profesor Ramírez pone acento que es necesario también ver la inequidad de acceso a estos. “Es probable que las personas que tengan mayor acceso consuman más EPP y generen más residuos, y el problema de los residuos lo dividimos entre todos, pero en general las personas más vulnerables reciben más daños de los problemas medioambientales”.

Ante este desafío, concluye el académico, “tendremos que buscar alternativas, no solo al reciclaje, sino al desecho de materiales con riesgos biológicos y riesgos para el medioambiente”; tarea que no solo corresponde a las autoridades de salud, sino que a todo el sistema. “Esto se va a seguir ocupando al menos un año más. Va a ser mucho tiempo, mucha población, entonces se requieren soluciones más integrales que solamente indicar en el protocolo”, concluye el académico de la Escuela de Salud Pública.

Texto: Francisca Palma